Colaboración con Ineverycrea en su post «Educar en tiempos de Coronavirus». Ver entrada original AQUÍ
No hay color
Uno de los aspectos que siempre me ha preocupado en mi centro ha sido el buscar estrategias y distintas formas para hacer que los aprendizajes lleguen a todos los niños y niñas. Por ello, cuando acepté el reto de coger la dirección del colegio, entre todos, decidimos cambiar el enfoque, hacer más protagonistas a los alumnos y alumnas, apostando por el aprendizaje basado en proyectos, aprendizaje cooperativo, además de implementar varios proyectos que favorecen la inclusión y el desarrollo de habilidades blandas (soft skills), como son el proyecto MUS-e (inclusión a través de las artes) y Educar para Ser (habilidades no cognitivas y autorregulación).
En el colegio se realiza hoy en día (y más en los centros en los que se apuesta por metodologías activas) una labor insustituible de acompañamiento, de guía, no solo para alcanzar los conocimientos que nos marca el extenso currículum, sino también para intentar darles a los alumnos y alumnas esas habilidades necesarias para que se integren en la sociedad actual y adquieran las competencias (bonita palabra) necesarias en este mundo cambiante. No hay color.
En nuestro colegio tenemos un alto porcentaje de familias con un nivel socioeconómico realmente bajo y en desventaja social. Además tenemos la suerte de contar con una gran variedad de alumnado, de diversas procedencias. Debemos exprimir cada minuto del tiempo que pasan nuestros niños y niñas en el centro, porque sabemos que en su casa, en la mayoría de los casos, la situación es bastante complicada. No hay color.
Por todo esto, cuando se anunció el cierre de los centros en la Comunidad de Madrid, tuvimos un día frenético. Organizamos sustituciones para que, en el mismo día, los profes pudieran organizar actividades que nuestros chicos y chicas se pudieran llevara a casa ese mismo día. Porque sabíamos que el contacto con ellos después iba a ser complicado. Además, intentamos a contrarreloj comprobar que teníamos actualizados los datos de las 450 familias para poder contactar con ellas.
La organización después, desde casa, ha ido adaptándose por ensayo y error. Por supuesto, la que vivimos es una situación que nadie se hubiera imaginado y es muy importante que vayamos reajustando nuestras actuaciones.
En principio la comunicación con las familias es a través de una aplicación con la que contamos desde hace varios años, por la que enviamos las circulares o notificaciones. Con mucho esfuerzo habíamos conseguido que la tuvieran el 90% de las familias. Intentamos comunicarnos por teléfono con las familias que no tienen esta aplicación.
De 4º a 6º de Primaria los alumnos y alumnas disponen de cuentas de G Suite para educación, por lo que se han organizado las clases a través de Classroom y videoconferencias con Hangouts Meet.
De 1º a 3º, se están creando ahora esas cuentas de G Suite, para disponer de con otra forma de poder contactar con ellos.
En Infantil se comunican a través de la aplicación que mencioné antes.
El esfuerzo de los maestros y maestras está siendo titánico: primero por adquirir más destrezas en la competencia digital, que en muchos casos estaba olvidada o no ha visto necesaria; por otro lado, por intentar contactar con todos los alumnos y alumnas y sus familias, que está siendo una labor complicada.
Pese a todos los esfuerzos realizados por medios digitales (no nos queda otra), en general, solo tenemos la retroalimentación de aproximadamente un 30% de nuestros alumnos, lo cuál es descorazonador. No hay color.
Sabíamos que esto iba a pasar. La escuela en estos momentos pierde su labor de igualar las diferencias que existen fuera de ella. Las familias con recursos y medios tecnológicos pueden hacer que avancen sus hijo e hijas y las que no, se quedan en la cuneta. No puede ser.
En mi mente ahora está cómo afrontar a la vuelta la brecha de desigualdad que siempre hemos intentado paliar en el colegio y que va a pronunciarse más ineludiblemente.
Está claro que hoy en día las herramientas digitales tienen una importancia que muchos profesores no le daban. ¿Pero qué hacemos con las familias que no cuentan con estos medios en sus casas?
Me entristece ver cómo en muchos medios de comunicación salen anunciando a los cuatro vientos lo maravilloso que está siendo lo de la enseñanza online, mientras salen en el reportaje unos niños en sus casas viendo a su profesor en su dispositivo, mientras el papá y la mamá están despreocupados teletrabajando. Pero esa no es la realidad de todas las familias que tenemos en el país.
Nunca se va a poder sustituir la labor que hacemos en los centros, la enseñanza presencial, ni con la más puntera tecnología. No hay color.
No se pueden suplir las sinergias que surgen en el aula, la cooperación, las experiencias de aprendizaje, las miradas, los abrazos.
Desde aquí quiero dar ánimo y fuerzas a todos los docentes que se están dejando la piel, por intentar cambiar un modelo de educación de la noche a la mañana y poder darles a sus alumnos una educación en la distancia. Pero sobre todo, no nos volvamos locos mandando “deberes” y sigamos acompañando a nuestros alumnos, preocupándonos por ellos, conversando, explorando sus sentimientos y transmitiéndoles que les apoyamos y entendemos la situación por la que puedan estar pasando. Porque no sabemos qué está pasando dentro de sus casas, y si lo sabemos y conocemos la situación en la que están, con más razón.
Creo que habrá un antes y un después de lo que estamos viviendo, y solo espero y deseo que sea para bien, que reflexionemos, aprendamos y desaprendamos cosas, tanto a nivel personal, como en la educación en general. Estoy completamente seguro que volveremos con más fuerza que nunca y caminaremos juntos hacia una mejor educación.
Esperemos que esta situación pase pronto y que regresemos al aula, que es donde debemos estar. Porque la verdad es que no hay color.
Puedes escuchar el episodio 38 de Píldoras de educación, dónde te cuento estas y más impresiones sobre los primeros días de crisis.
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